Fort Barbate

La historia norteamericana no ha hecho justicia suficiente a los héroes de Fort Barbate, un enclave de la frontera, una punta de lanza en pleno territorio sioux en los tiempos en que las luchas con las naciones indias estaban en su pleno apogeo.

Una de las causas de este olvido es que este emplazamiento militar tuvo una existencia relativamente corta, pues en el primer embate del enemigo la instalación fue destruida completamente y sus inquilinos aniquilados.

Unos inquilinos muy peculiares ya que todos eran de origen andaluz, mayoritariamente, de Barbate y de Zahara de los Atunes, y por ello fue bautizado con este nombre.

Estas buenas gentes carecían de una instrucción militar como era necesaria y junto con la barrera del idioma fueron clave para que los mandos militares concentrasen este grupo en una sola compañía con sede en el fuerte.

El único superviviente de la masacre de Fort Barbate, un joven cocinero, narró los hechos tal y como acontecieron y, vistos en perspectiva, no extraña la magnitud de la tragedia. Por lo visto el vigía de guardia avisó al oficial al mando:

– ¡Mi capitán, mi capitán!

– ¿Qué paza, pisha?

– ¡Que vienen lo’indio!

– ¿Y vienen en plan de guerra?

– ¡Uy, no! Vienen en plan cashondeo porque vienen toó mú pintao.

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