Bienquerido ministro,
Llevo ya dos días en el intento de
españolizarme todo lo que no conseguí en la escuela. No se crea que es soplar i hacer botellas esto, pero
siempre tengo alguien por aquí que me da
un golpe de mano.
Referente a su comentario en el Congreso de
Diputados le he de decir que hay para alquilar
sillas, Sr. Ministro. Españolizar a nuestros hijos es decirla de la altura de un campanario, aunque, de momento, voy a hacer los ojos grandes porque si no
me hará usted salir de pollaguera, o
sea, de un corral de pollos!
Usted debe pensar que somos unos sueña-tortillas por querer la
independencia, aunque reconozco que las
piernas me hacen higo solo de pensarlo, pero no, no estamos tocados de la seta, Sr. Ministro, y, si lo estuviéramos, malamente rayo.
Hace años que aguantamos, que queremos joder el campo. Tocar el dos, para entendernos. Esto esta a punto de hacer un pedo como una bellota y no creo
que ustedes sean tan cortos de gámbales
y hacer como aquel que nada.
En España todo se está yendo en hórreos y
ganas de quedarnos no tenemos, preferimos esparcir
la niebla con nuestro “pà amb tomàquet” en lugar de los huevos fritos con
patatas rubias.
Sabemos que les estamos chafando la guitarra yque
están sacando fuego por las muelas ya
que si nos vamos ustedes van a perder carro,
bueyes y cencerros.
Pero como que ustedes son casi tan de la cebolla como nosotros, deben
creer con prepotencia que ya hemos bebido
aceite, si bien le aseguro que para nada vamos a irles detrás con una flauta sonando.
Hasta ahora nos lo hemos pasado de aquello más bien pero, a decir verdad, todo son ochos, nueves y cartas que no ligan y, por
tanto, no vamos perder más el tiempo,
Sr. Ministro.
En fin, tengo que dejarle porque son tres cuartos de diez, es tarde y quiere
llover, por lo que no me queda otra que desearle buen viento y barca nueva.
PD:
Y recuerde, Sr. Ministro, lo que decimos los
catalanes: que dieciséis jueces comen el hígado de un ahorcado y que, si el
ahorcado se descolgase, se comería los dieciséis hígados de los dieciséis
jueces que lo juzgaron.
Tampoco olvide que llueve poco pero, por lo poco
que llueve, llueve basta.